El protagonista es Pedro, un conflictuado estudiante de letras que no sabe qué hacer con su vida mientras los compañeros de su generación están luchando en Malvinas. Vive con su padre, Augusto -un militar que será enviado al frente de combate-, Fátima, su madrastra diez años mayor que él, y su media hermana de unos tres años. Cuando Augusto parta hacia la guerra, se despertará una pasión entre Pedro y Fátima que se potenciará al punto de cometer varias imprudencias que les costará claro.
Tener la guerra de Malvinas como marco histórico no le agrega demasiado a la novela. Podría ocurrir en cualquier otro contexto y la historia no cambiaría. El problema es que Sergio Olguín (1967) no encuentra el tono para tratar la pasión sexual que hay entre Pedro y Fátima. A pesar de que se anima con cierta atmósfera incestuosa, pierde el equilibrio en la cuerda floja que se impuso atravesar donde los genitales están nombrados de manera coloquial en un tono demasiado literario. Pero más allá de esto, tampoco parece importante que la pareja de amantes sean hijastro y madrastra; de hecho, cuando los protagonistas llegan a Villa Gesell, la narración se relaja porque asume la relación de pareja y abandona la forzada subtrama de Malvinas. Es cuando entran en escena los celos (cuando parece que Pedro cede a la tentación con Luna, una quinceañera con demasiada vitalidad), la rutina del concubinato y personajes secundarios entrañables. Ese paréntesis podría haber sido el relato en sí; pero la reaparición de padre de Pedro, la violencia innecesaria (en especial el insólito destino que le toca a Luna) y un cierre endeble anula lo ameno de lo que se venía contando y encalla la novela en una irreversible disconformidad.
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