Vicente Muleiro traza las líneas que conforman el conglomerado civil que participó, sostuvo y pergeñó el golpe del 24 de marzo de 1976. Para esto, realiza un rastreo que llega hasta antes de la presidencia de Juan Domingo Perón, donde los futuros ideólogos del golpe '76 comienzan sus caminos tantos universitarios como políticos para conformar a partir del triunfo electoral de Perón una resistencia ideológica y civil a la idea de un país donde el reparto de la ganancias sea más justo.
Este grupo humano nace de familias aristocráticas y rancias como los Martínez de Hoz cuyo José Martínez de Hoz (Joe) será el que cimente a partir de marzo de 1976 las bases que por la década del cincuenta Alvaro Alsogaray intentó forjar: un país para pocos, con alta especulación financiera, mano de obra barata y ganancias en manos de muy pocas familias/empresas. Todo esto llevado a cabo gracias a una terrorismo de estado que se encargaba de allanarle el camino a las empresas y familias aristocráticas para que hicieran sus negocios mientras se acallaba con la muerte, la tortura y la desaparición a quiénes podían combartir este mecanismo de destrucción económica y social.
Pero Muleiro no se queda únicamente con el período de la dictadura militar y sus cómplices/ideólogos, sino que también se extiende a los siete años de Dictadura para demostrar de qué manera los civiles que acompañaron a los militares fueron encastrándose dentro de la vida democrática sin abandonar su ideología procesista cuyo epítome sería el gobierno de Carlos Menem que no sólo aglutinó a una cantidad de civiles colaboradores del Proceso, sino que también profundizó la receta económica que José Alfredo Martínez de Hoz no pudo continuar por los trastornos económicos que generó. Trastornos que se reptirían con la presencia de Domingo Cavallo (otro procesista) en el ministerio de economía tanto de Menem como de De la Rúa.
También Muleiro abre el juego a otras ramas que se vieron invadidas por los procesistas (la cultura, la religión y en especial la justicia) donde los civiles colaboradores de la dictadura tuvieron su nicho para seguir jugando a favor de ideas persecutorias y estigmatizantes.
Un libro al que se le puede reprochar una narrativa un tanto desprolija, pero sin lugar a dudas un fresco histórico obligatorio para comprender la actualidad del pais.
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