Costó terminar de leer el tercer libro de lo que aparentemente resulta ser la obra mayúscula de Haruki Murakami (1949).
1Q84. en todo caso, resulta ser la astuta maniobra de contar tres historias en paralelo: la de Tengo, un profesor que corrigió un libro de culto titulado La crisálida del aire y por el cual es vigilado por una secta; la de Aemone, una chica que vive encerrada en un departamento que ansía reencontrarse con Tengo; y Ushikawa, un detecive privado feo, sin muchas luces pero con mucho entusiasmo que investiga el paradero de Tengo por orden de la secta.
Estas tres historias avanzan por la propia sinergia que produce la narración alterna. Si no fuera por esto, la trama -plagada de frases huecas pero que se pretenden profundas, de momentos patéticos (la aparición de la Little People), de edulcoradas declaraciones de amor, de situaciones que se pretenden policiales y de lógicas que son puro humo- sería insoportable como de hecho en algunos pasajes ocurre. Para colmo, Murakami dedica varias páginas a transcribir párrafos de libros de otros autores (Isak Dinesen, por ejemplo), lo cual además de resultar insólito e innecesario (las citas no son más que adornos literarios), terminan por demostrar pereza.
Novela superficial y monocorde, 1Q84 resulta un fiasco en relación con lo desmesurado de su propuesta y el vacío literario que deja.
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