Tom Ripley es un norteamericano de clase media venido a menos que aspira pertenecer a la alta sociedad. Para esto realiza cualquier tipo de estafa que le asegure tiempo y dinero para frecuentar gente pudiente con la pretensión de que se le pegue algo de la clase que tanto admira. Un día, el Sr. Greenleaf, un importante empresario, lo contacta a Tom para darle una misión: convencer a su hijo Dickie que pasea por Europa de que siente cabeza y regrese a EEUU para empaparse de los negocios del padre. Para esto, le dará a Tom cierta cantidad de dinero para que se mueva por el viejo continente en tanto convence al hijo. Tom acepta el encargo y se contactará con Dickie a quien conoció de pasada en alguna reunión. Dickie está pasando sus días con Marge -una aspirante a novelista- en una relación no muy clara e indefinida por parte de Dickie. La irrupción de Tom desatará un poco los celos de Marge al encontrar Dickie un compinche masculino para sus aventuras de niño rico. Tom sentirá también celos, pero de la riqueza de Dickie y querrá ser como él. Cuando Dickie descubre que Tom intenta imitarlo hasta la insolencia de vestir sus ropas, comenzará a tratarlo con desprecio y ahí es el momento en que Tom decide matarlo para suplantar su identidad y gozar de la riqueza ajena.
Lo extraordinario de The talented Mr. Ripley es que está narrada desde el punto de vista de Tom Ripley, un ser tan patético como despreciable (y bastante más), y logra que no sólo admiremos su inteligencia sino que temamos por su futuro cuando sabemos desde la primera página que a él no le importa nada salvo su aspiración de ascenso social. Como verán, el grado de manipulación es exquisito. Pero además, la novela es una mirada cínica sobre la clase alta, sus relaciones, sus mentiras y su falsa pulcritud. En este caso, Highsmith deja bastante claro que la clase social que Tom Ripley tanto desprecia como admira, ella solamente la desprecia.
Con una perversa y disfrutable diversión, Patricia Highsmith (1921-1995) zambulle al lector desde el primer párrafo y lo hace nadar en ese mar de aguas tranquilas del principio hasta que la relación entre Tom, Marge y Dickie comienza a hacerlas turburlentas. Cuando esto ocurre, ya el lector está a merced del relato y no puede hacer otra cosa que avanzar hasta llegar a alguna orilla (no importa cuál) donde vuelva a hacer pie.
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