La intención de Bernardo Verbitsky (1907-1979) es ambiciosa: relato coral donde se pretende retratar la vida cotidiana de los habitantes de una villa. Sin embargo, esa ambición se queda a mitad de camino (aunque diría que no arranca) desde el mismo momento que elige contar el relato con una prosa que tiene mucho de texto periodístico que recurre a la literatura cuando necesita lograr algo de dramatismo en las descripciones o directamente a la metáfora poética como el personaje del Espantapájaros.
Esto no sería necesariamente malo sino fuera porque el autor nunca le da entidad a sus personajes. Villa miseria también es América necesita la omnipresencia del narrador para guiar a sus personajes y para guiar al lector. El narrador satura el texto de una prosa recargada, por momentos rimbobante, que aplasta con su lenguaje pulido las palabras de los personajes. Al final, las criaturas que deambulan por las páginas de la novela terminan siendo unidimensionales por más que Verbitsky se esfuerce en darles un pasado que en la mayoría de los casos machaca en lo político (que, sospecho, es la verdadera razón de la novela).
Sin embargo, tampoco esa intención política sobresale más allá de la insistencia en relacionar la situación del Paraguay con la ubicación temporal de la novela (los últimos años del gobierno de Perón): las demasiadas persecuciones política, las muchas picanas y torturas, no llegan a cuajar dentro de la historia debido a una narración farragosa y chata que impide cualquier empatía
En síntesis, una novela demasiado artificial que termina siendo fallida.
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