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Violence (Cornell Woolrich, 1958)


Volumen de relatos que son una excelente muestra del talento de Cornell Woolrich o William Irish o George Hopley (1903-1968) para generar un clima de extrañamiento partiendo de situaciones cotidianas.


En Don't Wait Up for me tonight, una esposa descubre que su marido ha cometido un asesinato y se apresta a fugarse con él.

En Guillotine (1948) una mujer decide salvar a su pareja de ser guillotinado y para eso arma un plan para envenenar al verdugo que debe accionar la guillotina para que no se presente el día de la ejecución y así lograr el indulto para su pareja.

En That New York woman (1958una actriz es acusada de un asesinato que no cometió y tiene la única oportunidad de salvarse gracias a un antiguo amor que va en su rescate.

En Murder, obliquely (1957) una joven se enamora de un millonario que a su vez está enamorado de una mujer que lo traiciona casándose con otro hombre. Durante una cena que organiza el millonario para la joven y una pareja amiga, aparece la amada del millonario con su nuevo marido. Ante la incomodidad de la situación, la joven se retira del departamento junto a la pareja amiga. Sin embargo, la joven sospecha que el millonario asesinó a la mujer y decide averiguarlo por su cuenta.

En The moon of Montezuma (1952) una mujer recibe en su casa a otra mujer con su hijo. La mujer busca un hombre que resulta ser el padre de un hijo que murió al nacer y buscará remediar esa injusticia.

En The corpse in the Statue of Liberty (1935), un fracasado detective privado, por casualidad, dará con un asesinato en la entrañas del famoso monumento.


El crimen o el asesinato irrumpen casi con perplejidad y la resolución de la situación llega porque pareciera no quedar otra opción que resolverlo. Esto hace que la trama se desenvuelva con agilidad pero al mismo tiempo se anota como punto flojo por la ligereza de las resoluciones, como si Woolrich no pretendiera otra cosa que atravesar a sus personajes por una situación incómoda sin que salgan cambiados de esta (algo que evitan, por ejemplo, Raymond Chandler o James M. Cain). No obstante, estos relatos se leen con la respiración en suspenso y con la necesidad de avanzar hasta la resolución con ese disfrute que los buenos relatos otorgan. 

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