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Gulliver's travels (Jonathan Swift, 1726)


 




Con el paso del tiempo, la novela de Jonathan Swift (1667-1745) se ha convertido para la cultura popular en el viaje de Gulliver al país de Liliput y muy pocas veces al país de los gigantes. Han quedado en el olvido la Isla Flotante -idea que luego rescataría Hidao Miyazaki en su película animada Tenku no shiro Laputa (1986)- y el País de los Caballos. Y es en el País de los Caballos donde Swift se despacha con una misantropía rabiosa contra la sociedad inglesa donde los compara con los Yahoo que son los humanos que los caballos tratan como animales y que Swift no duda en compartir las características de estos humanos bestializados con la civilización que Gulliver dejó en su patria.


Más allá de este segmento, que podría ser lo más interesante de la novela, Gulliver's travels puede asociarse con la idea que empujó a Cervantes para escribir el Quijote: la parodia; en este caso del género de viajes a lo Marco Polo, algo que se nota en el viaje al país de Liliput y en el país de los gigantes. Como sucedía en el Quijote, los segmentos del país de los Liliputienses o el de los Gigantes, está plagado de exageraciones y casualidades que desembocan en aventuras disparatadas. Pero esta parodia funciona a medias, porque la parodia a los códigos del género de viajes surge a partir de la burla y no -como sucede en el Quiijote- a partir del disfrute del género.








En síntesis, una obra que, paradójicamente, se fue empequeñeciendo con el paso del tiempo y que apenas sobrevive por su mirada misantrópica en los tramos finales y por rastrear el germen de novelas posteriores como La planéte des singes (Pierre Boulle, 1963).


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