Un editor retirado que carga sobre sus hombros dos fracasos -el de su editorial y la obsesión personal/profesional de no haber editado una obra maestra- ve en un viaje a Dublín para el Bloomsday una necesidad de recuperar el hombre que alguna vez fue. Vila-Matas desarolla, entonces, una especie de monólogo interno en una falsa primera persona donde Riba (el editor retirado en cuestión), intenta desatar los nudos que lo reprimen.
La novela nunca abandona un tono monocorde y termina por volverse demasiado ríspida, quietista, donde el regodeo en las taras de el editor y en sus miedos, finalmente terminan por anularlos y dejarlos de ser interesantes, amén de repitiitvos. Por momentos, Vila-Matas pareciera querer agitar la monotonía del relato con el matrimonio de Riba -que parece sacado de una novela de Philip Roth- pero apenas sí llega a provocar interés cuando se contagia del tono general.
Estas características obligan a Enrique Vila-Matas (1948) a recurrir a citas literarias, a alguna que otra mención cinéfila, a nombres literarios ilustres para que la historia resulte algo más que una anécdota. Tal vez con menos páginas hubiera sido una nouvelle interesante. Sin embargo, estirar por más de trescientas páginas (pesadas páginas) una situación mínima culmina por abonar un terreno farragoso de poca estimulante lectura.
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