Seis relatos donde se juega con tanto con la parodia como los códigos de la novela deductiva y cuyo resultado es por lo menos irregular.
El problema básico es que tanto Bioy Casares como Borges pretenden emular a Wilkie Colllins o Chesterton pero carecen de lo que en esos autores era un mèrito: el respeto por los personajes. Para los dos autores todos los personajes que integran los relatos (incluído el mismo Isidro Parodi) son patéticos, víctimas de sus propias torpezas (que no de sus ambiciones u perversiones) o engreídos y merecedores de las situaciones que les comentan a Isidro Parodi para que resuelva desde su celda, encerrado por un crimen que no cometió.
En pocas palabras, Jorge Luis Borges (1899-1986) y Adolfo Bioy Casares (1914-1999) se colocan por encima de sus personajes y se divierten moviendo los hilos de sus destinos sin importarles sus motivaciones o intereses. Si el primer relato del volumen (Las doce figuras del mundo) sirve como carta de presentación y eso capta el interés a través de la curiosidad, los cinco relatos siguientes, al perder el carácter de novedoso, comienzan a mostrar las hilachas de las intenciones de parecer ingeniosos con resoluciones estrambóticas (Las noches de Goliadkin) o perezosas (La víctima de Tadeo Limardo).
Uno podría decir que los seis problemas de Isidro Parodi solamente sirvieron para distraer al pobre Isidro encerrado en una celda sin otro entretenimiento que sus cigarillos y las visitas de los personajes en problemas pero que a lector apenas le hicieron pasar el rato.
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